septiembre 01, 2009

Uh...Guees What? H.M Cap 1, parte 1

Hola, chicos y chicas.
Quería que supieran, que hay una historia para los martes. No tiene nombre aún, solo es "la historia de los martes". Empezaré a subirla, todos los martes, desde hoy. Quizás les guste. Ya tengo el final, es bastante bueno. A mi me gustó, al menos. Bien, aquí está:

Era mi primer día de escuela. Siempre hay un primer día de escuela para todos, pero este en particular iba a ser especial.
Yo estaba segura de que iba a ser especial.
Me llamo Lisa…
Bueno, la verdad es que me llamo Danielle, pero no me gusta. Nunca me ha gustado y nunca me gustará. No hay mucho que pueda hacer al respecto.
Tengo quince años y medio. Pronto, por la gracia de Dios, estaré cumpliendo dieciséis. Algo bueno de entre muchas cosas. Podré conducir, y cuando pueda conducir podré escaparme de casa y mi vida mejorará.
¿Mejorará? Pero… ¿Qué hay de malo en mi vida?
Tengo que lidiar con padres divorciados que se pelean por quién va a tener que cargar conmigo a la final.
A veces pienso que se pelean por quién se quedará conmigo, pero que el ganador es quién pierda en los tribunales ante el juez.
También, siempre tengo que fingir algo que no soy. Mi madre es atea al 100%. Yo, en cambio, soy cristiana al 100%.
Mi padre dice que Dios no existe porque, de existir, mi madre no tendría el carácter que posee y q la hace tan únicamente insoportable.
No me canso de repetirle que Dios no hace ese tipo de cosas, a lo que él siempre me responde que Dios hace milagros.
Pero, claro, mi padre no le dio la oportunidad de hacerlo, cuando ya estaba con una mujer más dócil que mi madre.
De todas formas, tengo que fingir que comparto la idea de mi madre, porque si no lo hago, se pone toda histérica, y no hay nada peor que ella en ese trance.
Con respecto a mi padre, ya me cansé de que cada vez que le diga algo, saca el tema de mi madre a relucir.
Estoy segura de que la mayoría del tiempo la extraña, pero es demasiado cobarde como para admitirlo. Muchos dirían, demasiado hombre como para admitirlo, pero para mi se define mejor como cobarde.
De todas formas, no me importan demasiado los problemas por los que ellos estén pasando. Si se quieren gritar por teléfono, pues que lo hagan, ¿a mi qué? Eso me da ventaja para leer la biblia que tengo escondida debajo de mi colchón, en el que ya no duermo.
Mi pobre madre, a quién en verdad amo y respeto, pero que me saca de quicio, ha desarrollado una extraña dependencia hacia mí, sin mencionar sobreprotección.
Le fue duro dejarme hoy en una nueva escuela.
La vi mientras se alejaba, al tiempo que yo caminaba hacia atrás, con mi iPod encendido, a todo lo que daba. Cualquiera creería que estaba escuchando rock, cuando en realidad, todo lo que tenía era “Swichfoot”, “Hillsong” y “Delirious”.
Aunque, claro, la manera en que vestía desde el divorcio también dejaba mucho que desear.
Solo usaba jeans, aunque con cierto toque de feminidad, claro. Franelas manga-larga. O manga-tres-cuartos. Daba igual. Lo cierto es que dejé de usar rosa.
Cualquiera que me viera por la calle, me definiría un poco como “emo”, a pesar de que mi cabello es castaño rojizo. Con respecto a la piel, si soy pálida como ninguna otra persona que conozca. Mi cabello lo mantengo largo. Eso del cabello corto no me va muy bien, aunque siempre lo recojo en una cola de caballo, sin maquillaje, q no sea un poco de negro en los ojos.
Y todo eso lo hago por mi madre.
Lo cierto es que, en lugar de estar seria, me encantaría estar todo el tiempo gritando cuan grande es el amor de Dios. Pero ya que no puedo, por su propio bien y por el mío…bueno, me quedo callada.
Hoy en particular, llevaba puesto una camisa azul oscuro con un mensaje un idioma que yo si domino, pero que mi madre, tristemente, no. Un mensaje cristiano, muy hermoso. Agradezco que ella no pueda ver lo que dice.
Y para muchos otros que compartan eso con ella, creerán que es algo como en clave, y que soy una ruda.
Luego de estar segura de que mi madre estaba ya muy lejos de mi escuela, me volteé, para seguir mi camino.
Despejado.
Tan solitario como si nadie hubiese querido ir a clases. No es que yo quisiera, tampoco.
Busqué con la mirada a mis amigas, pero nada que las encontré.
Incluso quise encontrar a Josh, el molesto chico del equipo de futbol, no muy inteligente, que estaba detrás de mí el año pasado. Rogué porque este año no fuera así.
- ¡Lisa!-esa era Becca, sin importar donde fuera.
Me volteé de inmediato.
Estaba luciendo su cuerpo de supermodelo que ya todo el colegio había visto, mientras su cabello se enredaba con el viento. No le presté demasiada atención a lo que llevaba puesto. Me había determinado a no hacerlo más.
Becca era la única que se había acostumbrado enseguida a llamarme Lisa. De resto, todos me seguían llamando Danielle, o Dany.
- Hola, Becca-saludé sin mucho interés-. ¿Qué tal?
- ¡Terrible!-A diferencia de mí, Becca siempre sería una chismosa. Estaba en su naturaleza de chica popular-. No te puedes hacer una idea de lo que me pasó este verano…
- ¿tu novio número 100 terminó contigo?
- ¿Qué? ¡no!-soltó una risotada. Me alegré de que hubiese podido conservar a un chico por más de un mes-. Yo terminé con él-o quizás, no-. En todo caso, no es eso.
Esperé, pero no se veía muy entusiasmada en seguir. Al menos, no hasta que yo me mostrara interesada en escuchar.
No lo estaba. Pero, ¿para qué están las amigas que son como dos polos opuestos?
Siempre me gusta escucharla, porque me recuerda a la vida que tenía antes de todo el asunto de mis padres, la cual extraño. Pero también me recuerda como era antes de conocer a Dios, vacía y llena de todo tipo de inmundicias, la cual odio.

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