Lo recordaba perfectamente. Sí. Había pensado en una conversión, en una renovación, restauración.
Comencé a pensar en mí como en alguien que no estaba contenta con lo que era. Y yo no lo estaba.
No quería ser lo que era, porque lo que era había hecho que Jesús se alejara de mí y que Lucas ya no quisiera ser mi amigo.
Pero, por alguna razón, Lucas volvía a estar presente en mi vida y Jesús estaba ahí, en mi habitación, mirándome. Yo no lo merecía. ¿Por qué habían vuelto los dos?
Jesús acababa de decir que había vuelto para darme una conversión, esa que necesitaba.
- ¿lo harás ahora?-mi tono era de súplica-. ¿me darás la conversión ahora?
- Todo es un proceso, hija.
- No…yo…no necesito procesos…
No es que no los necesitara, es que no los quería. Lo único que realmente anhelaba era mi antigua vida. Esa donde era un niña inocente con un mejor amigo que quería ser su amigo por siempre.
Lucas y la antigua Alexa. Así era. Si, porque Lucas tenía razón. Él no había cambiado, sino yo. Él seguía siendo maduro y admirable, mientras yo me había convertido en alguien inmadura e irresponsable.
No pensé en ese momento en cuanto admiraba a Lucas.
Recordé algo que me había dicho unos momentos antes.
- ¿Lucas creció aquí?-le pregunté a Jesús.
- Si.
Me pareció extraño.
¿Por qué no lo había visto hasta entonces? Quiero decir, incluso era mi vecino, y vine a saber que era él ese día. ¿Por qué?
- Porque todo es parte de un plan para darte esa conversión que anhelas.
- Pero…tú puedes dármela ahora mismo.
- La paciencia es una virtud.
- Una virtud que, tal parece, no poseo-repliqué.
Jesús sonrió ante mi altanería. No debía sonreír ante eso. Debía regañarme.
Olvidé que era amoroso, entonces. Él nunca regañaba, simplemente castigaba sin más.
- La posees desde ahora-dijo.
No entendí.
De todas formas, había cosas, para mí, más importantes.
- Jesús… ¿Por qué trajiste a Lucas de vuelta a mi vida?-pregunté-. ¿Por qué ahora?, ¿Por qué no después de mi conversión, de mi cambio?
- Lo sabrás a su tiempo.
Siempre misterioso.
- ¿Por qué me escondes cosas?
Jesús se sentó en mi sofá. Supe que aquello tomaría tiempo.
- Una niña de siete años era muy sabia. Más que sus maestros. Pero a esa edad una persona no sabe muchas cosas. A esa edad aún se es inocente, aún se es soñador, aún se mantiene viva esa chispa de creer en lo inimaginable. Pero ella…ella era más una persona lógica. Pensaba las cosas más de lo debido.
>>Un día, la niña estaba sola en su habitación, trabajando en lo que sería un gran proyecto para el futuro. Su madre entró en la habitación. Le dijo “Hija, ¿Qué haces?”, la niña, para evitar mentir, no respondió. Pero la madre, curiosa, insistió: “¿Por qué me ocultas cosas?”. La niña alzó la mirada para contemplar a su madre, y le dijo: “No te oculto cosas, mami. Simplemente, no es el tiempo adecuado para que las sepas. Pero te lo contaré algún día”. La madre se quedó atónita ante la respuesta de su hija y la dejó sola.
>>Como te mencioné antes, la niña era sabia, muy sabia. Sabía que si le contaba a su madre, esta no la dejaría continuar, puesto que no le gustaban esas cosas.
- ¿Cuál era su proyecto para el futuro?-pregunté.
- El padre de la niña estaba gravemente enfermo. Ella pensaba en un proyecto, un descubrimiento que la ayudaría a salvar la vida de su padre. Lamentablemente, el tiempo no alcanzó para lograrlo. Pero, cuando fue lo suficientemente mayor como para intentarlo, lo hizo. Ha salvado a millones de personas y es una doctora muy reconocida. Todo por ser prudente. A su madre no le gustaba que tocaran el tema de la enfermedad de su padre. De haberle dicho todo en ese momento, su madre le hubiese prohibido seguir y no hubiera logrado nada de lo que ha logrado hoy. Pero fue prudente, fue sabia y ha alcanzado un logro que muchos han aspirado pero pocos han conseguido. ¿Entendiste?
- No, en realidad-decía la verdad-. La historia me pareció realmente hermosa e inspiradora, pero no la entendí del todo.
No estaba preparada para que Jesús me hablara en parábolas. No las entendía. Y no entendía por qué no lograba comprenderlas. Seguro que Lucas sí lo haría.
- Te diré una cosa: “No te oculto nada. Simplemente, no es el tiempo adecuado para que lo sepas. Pero te lo contaré algún día”
Entonces, entendí. Era lo mismo.
Probablemente, si me contaba, yo misma terminaría arruinando lo que él quería darme, por no saber esperar.
Me encantaba la compañía de Jesús. Siempre decía cosas muy bonitas e inspiradoras. Siempre decía cosas para dejar a uno pensando.
Claro que no fue hasta poco después que entendí por qué. Que entendí quién era Jesús realmente.
- ¿puedo preguntarte algo?-le dije.
- Por supuesto.
- ¿Qué papel juega Lucas en esto de la conversión?-inquirí.
- Lo sabrás a su tiempo. No desesperes, que eso no es bueno.
Conocía ese último tono que usó. Ese tono de despedida.
- Te vas, ¿no es cierto?
- Debo hacerlo. Te estaré vigilando. Volveré para saber cómo has avanzado.
Entonces, me quedé sola.
Jesús me había dejado sola, de nuevo…
O eso pensaba yo.
Cuando entendí quién era Jesús realmente, también entendí que nunca me dejaba. Siempre, siempre, pero siempre estaba ahí conmigo, aunque yo no pudiera verlo.
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