7
Lucas y yo seguíamos hablando y en una de esas, me moví de tal manera que alcancé a ver mi habitación por el rabillo del ojo y noté que no estaba sola, como la había dejado.
Estaba él, sentado en mi cama, lo más lejos posible de la ventana. Me pregunté si decirle o no a Lucas, pero no sirvió de nada siquiera pensarlo, porque de inmediato él volteó.
Me pregunté qué lo había alertado de que había alguien observándonos. Llegue a la conclusión de que había sido el hecho de que yo estaba mirando en esa dirección y el solo siguió el rumbo de mi mirada.
Él me sonrió e hizo una seña con la mano indicándome que entrara.
Miré a Lucas, preguntándome si él podría entrar también. Quiero decir, ya había visto a Jesús ahí, así que no pensé que hubiera problema alguno.
Como respondiendo a mi pregunta, Jesús asintió.
Me introduje dentro primero y Lucas me siguió.
Saludé a Jesús con una sonrisa.
- Veo que has cumplido-dijo, solamente.
- Eh…si…bueno…
- Me alegra-dijo, sonriente.
Yo sonreí e instintivamente miré a Lucas, quién a su vez, también sonreía y asintió cuando me devolvió la mirada.
Jesús nos hizo señas con la mano para que nos sentáramos, ambos.
Obedecimos inmediatamente.
Lucas se sentó en mi cama, muy cerca de Jesús. Yo opté por sentarme en mi sofá, cerca de la ventana. No me sentía lo suficientemente importante para osar sentarme cerca de Jesús. No entendía como es que Lucas lo hacía con tanta naturalidad.
Ambos me sonrieron misteriosamente. Me pregunté, muy dentro de mi mente, si era porque planeaban matarme.
Entonces, se miraron y rieron.
Era demasiado extraño para ser cierto. Pero lo era. Era muy cierto, demasiado cierto.
Entonces, Jesús le dijo a Lucas algo parecido a esto:
- Ya no podrás hacer eso más.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- No cuestiones a tu Dios.
Lucas se calló entonces.
No entendía de qué iba aquella conversación.
- Pero…-dijo entonces Lucas-. Creí que los dones del espíritu eran irrevocables, al igual que el llamamiento de Dios.
- Lo son.
- Entonces, no comprendo.
- Nunca dije que no podrías hacerlo jamás-explicó-. Solo no podrás hacerlo con ella.
Lucas me miró un momento, fue solo por un segundo, para luego volver la vista a Jesús.
- ¿Ninguno?
- No. Solo ese.
- No es justo. Es mi favorito.
Jesús enarcó las cejas.
Lucas le dedicó una mirada de disculpa. Luego, después de un minuto, al menos, Jesús asintió. Supuse que Lucas le dijo algo mediante los pensamientos. Ambos sabíamos bien que Jesús sabe lo que estamos pensando.
Jesús sabe lo que estamos pensando.
¡Jesús sabe lo que estamos pensando!
¡No!
En el momento en que realmente caí en cuenta de eso, empecé a recordar todas las veces que pensé lo lindo que se veía el cabello de Lucas, o la sonrisa de Lucas o todo Lucas…y… ¡Qué vergüenza!
Jesús me miró y sonrió. Era más una sonrisa de “no te preocupes” a una sonrisa de “já, já, sé lo que estás pensando”. Pero eso no estaba bien. Quiero decir, no podía estarlo, no…
- Desearía saber qué piensa-murmuró Lucas.
Lo miré realmente desconcertada por ese comentario.
- No se puede tener todo lo que se desea, Lucas-le espeté.
- Oh, él lo sabe bien-me aseguró Jesús.
Lucas miró a Jesús y nuevamente, después de un momento, Jesús asintió. No me hacía sentir nada cómoda esa conversación que estaban teniendo. Me sentía un poquito excluida.
- Lucas, cuéntame, ¿Cómo va eso?
Lucas bajó el rostro, avergonzado.
- Te ofrezco mis más sinceras disculpas-susurró-. La verdad es que no he hecho demasiado. No porque no haya querido, es que no encuentro como empezar.
- ¿Qué tal el principio? Dijiste que podías hacerlo.
- Puedo. Pero…olvídalo, no quiero ponerme argumentos. Voy a hacerlo.
Seguía sintiéndome excluida.
No podía evitarlo. Quiero decir, estaba ahí y nadie me hablaba.
Jesús asintió conforme por la afirmación de Lucas, quién a su vez, le sonrió.
Otro momento en silencio. Lo siguiente que vi fue que Lucas se sonrojó violentamente. Un segundo estaba normal, casi pálido, y al siguiente su cara estaba totalmente roja. Temí que estuviese ahogado.
- Él está bien-me tranquilizó Jesús-. Es una reacción a algo que le dije.
- Pero tú no has dicho nada…
- Es más bien algo que me transmití.
Yo asentí. No necesitaba saber más. Si, no tenía idea de qué estaba diciendo, pero quizás, como muchas otras cosas, no era el momento preciso para saberlo.
- Es exactamente eso-me dijo Jesús.
- Me siento excluido-comentó Lucas-. Creo que será mejor que vaya a mi casa y…
- Yo me sentía excluida hace un momento, Lucas. Y no dije absolutamente nada. No hay razón para que te vayas. Quédate.
- Alexa…
- Por favor…-susurré. No sé cuando me había vuelto tan dependiente de Lucas-. Por favor, Lucas, quédate.
Lucas se sentó a mi lado, entonces. Pero yo entré en pánico y me levanté súbitamente. Prácticamente corrí hacia Jesús mientras sentía la vista de Lucas fija en mi, congelada sobre mí.
- ¿Has venido a hablarnos de algo?-pregunté casi con desesperación. Intenté respirar normalmente, calmarme un poco-. Por favor, di que sí. El otro día fue fenomenal. Aprendí mucho.
- Dime una cosa que hayas aprendido.
- Que se debe purificar el corazón antes de dejar que el amor se asiente en él, porque hasta la miel más dulce se agria en un vaso sucio-dije, casi sin dejar el espacio entre las palabras. Lo dije realmente rápido-. ¿Ves? Sí que aprendí algo. Y no solo eso, también aprendí que…
- Te creo-me interrumpió Jesús.
Lucas se aproximó hacia mí. ¿Por qué habría de hacer eso? ¡No, Lucas, vuelve a tu lugar!
No le hizo caso a la orden de mi cerebro.
- ¿Te sientes bien?-me preguntó, entonces.
- ¿Yo? ¡Claro! Estoy perfectamente-una vez más, las palabras salieron como se les dio la gana. Entonces, reí, nerviosamente-. Estoy bien, en serio.
Lucas miró a Jesús, quién asintió inmediatamente.
- Podemos conversar, si es lo que quieres.
- ¡Es lo que quiero!-exclamé-. Es lo que quiero.
- Estás rara-comentó Lucas.
- Silencio, Lucas. Jesús, aquí, nos va a hablar de algo que nos dejará una enseñanza permanente que seguramente, podremos usar en algún futuro, no muy lejano.
Jesús y Lucas cruzaron una mirada que no supe interpretar. Quizás sí pasaba algo conmigo. Y ese algo tenía que ver con Lucas. Era él quien me ponía nerviosa. Era su culpa.
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