Una mañana, se encontraron en la Iglesia. En realidad, se veían en la iglesia todos los domingos.
- ¡Rose!-la saludó-. ¿Como estás esta mañana?
David lucía sonriente, y el brillo característico de sus ojos estaba más intento ésa mañana. Rose no pudo evitar devolverle la sonrisa.
- Muy bien. Gracias, David-ella siempre se mostraba de lo más educada, pero indiferente-. ¿Como estás tú, esta mañana?
- Mejor imposible-se metió las manos en los bolsillos, señal de nerviosismo-. Es un bonito día, ¿no crees?
- Si. Este día, muy soleado. Un bonito regalo de Dios. Espero que se mantenga así el resto de día.
- ¡cuanta razón tienes!-exclamó David.
Rose no pudo evitar sonreír. Le gustaba que le dijeran que tenía razón.
- ¿Sabes?-indagó David-. Mi padre me ha enseñado de qué va la prédica hoy. Seguro te gustará.
- Muy seguramente-dijo Rose, asintiendo.
David desviaba la mirada de vez en cuando para pensar en algo más que decirle. Él quería romper el hielo.
- Llegaste temprano hoy-fue lo siguiente que dijo.
- Si-coincidió Rose con él-. Como todas las semanas.
Rose empezó a extrañarse un poco.
- David...-se armó-, ¿Qué intentas hacer?
- Este...trato de ser amigable contigo, ya que no veo a nadie más siéndolo-sus palabras tomaron el sentido equivocado, no era eso exactamente lo que quería expresar.
Rose lo miró de una manera que no supo interpretar.
- ¿Qué quieres decir con eso?-claramente, ella exigía una explicación.
- Nada en particular, si te soy sincero, Rose-trató de explicar, ó inventar-. Solo trataba de ser amable contigo, al igual que con todos.
¡sí que sabía tapar lo que hacía! Casi un experto.
- Si...bueno, gracias por ser tan amable conmigo, David-le dijo, un poco dolida aunque no lo reflejaba-. Es muy...,bueno, amable de tu parte.
Entonces, con bastante orgullo, entró al templo, dejándolo solo en la puerta; mirándola mientras se iba.
No pasó un minuto de su conversación cuando ya había unas tres chicas hablándole.
- Hola, David-decía una.
- Hola-contestaba él, sin mucho interés. Seguía viendo a Rose.
- ¿Como has estado?-preguntó la otra.
- He estado mejor, pero gracias por preguntar-siempre era amable con todos.
- Ah. Te entiendo...-comenzaba a decir la otra.
- Oigan chicas,ya predica va a empezar. Debo ir dentro-ésa era la única vez que había querido zafarse con desesperación.
- Por supuesto-dijeron las tres, al unísono.
- Nos vemos.
Muy seguramente, no escucharon las últimas palabras de David.
En cuanto entró y se vio a la salvo de sus admiradoras, buscó un sitio donde ubicarse. Para su suerte, ambos al lado de Rose estaban vacíos. Cabe decir que él no la buscaba porque le atrajera, sino por él sabía que podía encontrar en ella una buena amiga que no se imaginara la vida entera con él: desde el noviazgo, pasando por la estación del matrimonio, mirando por la ventanilla de los hijos y hasta la muerte.
- ¿Te molesta si me siento aquí?-le preguntó,cuando estuvo suficientemente cerca de ella.
- Es una iglesia libre. Puedes sentarte donde te plazca-fue su respuesta-. Lo que me preocupa un poco es tu club de admiradoras. No quiero que me asesinen.
David rió.
- No es broma-le aseguró Rose.
- Si me aseguro de que no te harán daño...¿puedo sentarme aquí?-ahí. Justo ahí estaba el dejo de picardía del muchacho.
David lucía su sonrisa. Eso era algo que Rose no podía negar: su sonrisa era realmente encantadora. Era real. Llena de sincera alegría y como si escondiera algo. Misteriosa, al igual que su mirada, pero muy hermosa.
- Si. Supongo que si, pero...
- ¿me demandarás si algo te pasa?-completó él.
- No suena a que me creas capaz.
- Eso es porque no lo hago-contestó él, sin pensarlo.
- Ya veremos-fue la respuesta de Rose.
La prédica de ése domingo no fue muy larga. O el tiempo pasó muy rápido. Fue sobre la responsabilidad. Los jóvenes la disfrutaron.
- ¡David!-esa era Lila.
- Suerte con eso-bromeó Rose, dejándolo atrás.
David no entendió del todo.
- No...¡Rose!-la llamó. La chica volteó. Iba riéndose-. Lila-dijo, con resignación.
- ¡Hola, David!-saludó Lila.
Esperó una respuesta por parte de David, pero al ver que no fue así, añadió:
- ¿Como has estado?
- Bien. Gracias a Dios-sonrió.
Cabe decir que cuando lo hizo, Lila, hipotéticamente, se derritió frente a él. Luego volvió en sí, y notó que David seguía mirando a Rose.
Lila suspiró, un poco dolida.
- ¿Seguro que estás bien?-David no respondió- ¿David?
- ¿Si?
- ¿Seguro que te encuentras bien?-repitió.
- Eh...si, claro-le aseguró-. Mi saludo está perfectamente, gracias.
Lila comprendió. No era una chica estúpida. No le dijo la verdad, pero sin mentir.
- ¿De salud?-David asintió.
- Si. Perfecto.
- ¿Del resto?-inquirió Lila
- El resto...¿de qué?-David no entendió.
- Tu sabes...todo. La pregunta abarca todo.
- Ah...claro-sonrió, de nuevo-. No me quejo.
Lila se mordió el labio inferior y asentía, con la cabeza baja.
Creo que así está bien...:D
BENDICIONES!