Me sonrojé. No podía evitarlo.
- Él, también, te visita, ¿cierto?-le pregunté.
En seguida supe que él sabía de quién estaba hablando. Claro que lo sabía.
- ¿Qué quieres decir con “también”?-quizás necesitaba de eso para responder.
- Que a mí me visita. Y estoy bastante segura de que a ti también.
Lucas desvió la mirada.
No tenía que decir nada más, me había quedado bastante claro.
- ¿Puedo contar, al menos, mi versión de esta parte?-pregunta él.
- Preferiría que no-soy sincera, no es mi culpa.
- ¡Xa…!
- Bien. Sí puedes-pero hay ciertas cosas a las que simplemente no puedo resistirme.
Bueno, sí. Ella tenía razón. Jesús también me visitaba a mí. La verdad, él fue el responsable de que mi familia y yo nos mudáramos a la pequeña ciudad donde se había mudado Alexa. Le insistí tanto. No quería ser separado de mi mejor amiga. En todo caso, era cierto. Pero no estaba seguro de poder contárselo. Hay cosas que deben permanecer como misterios. Hay cosas que no deben ser dichas, porque es entre él y tú. Nadie más tiene por qué interesarse en ellas.
Sí. Jesús me había dicho muchas cosas con respecto a Alexa. Incluso me advirtió de su cambio, de que ya no era la misma y que era muy difícil reestablecerla a esa persona hermosa que solía ser-no digo que ahora, en el presente, años después, no sea la mujer más hermosa del universo-.
- Te fuiste por las ramas-dice ella.
- Lo sé. Solo quería dejar eso claro-le sonrío. Sé que a ella le encanta.
Alexa se sentó en el alféizar de su ventana para hablar conmigo.
Resultaba tan extraño. Todo era exactamente como cuando éramos niños. Nuestras habitaciones conectadas por medio de un gran roble. Excepto que ella ya no era la misma. Me sorprendió un poco ver que no mostraba emoción alguna por Ricky. Y yo que había puesto tanto empeño en mantenerlo vivo, solo porque pertenecía a ella.
Soy una persona que piensa las cosas demasiado. Alexa solía ser así. En todo caso, cuando la vi abrir la ventana después de varias semanas, admito que me sorprendí. Ella había tomado una decisión. Y ahora yo debía tomar la mía. Y decidía tomar esa misión que mi amigo más íntimo me había ofrecido. Sabía que no dejaría esa misión en manos de nadie más. Él me la explicó y en cuanto la entendí, supe que yo no permitiría que la llevara a cabo nadie más.
Durante días me debatí sobre cómo empezar. Cómo daría ese primer paso. Y entonces, cuando decidí que no podía hacerlo solo, ella abrió su ventana. Era entonces, o nunca.
Le comenté lo que pensaba sobre tomar decisiones. Le había puesto mucho empeño en esa teoría y deseaba poder compartir algo con ella, de nuevo, como lo hacíamos antaño.
Noté que le interesó mucho mi punto de vista. Me pareció genial. También, noté que al principio no lo entendió del todo, pero eso no importaba demasiado. Solo había usado eso como excusa para empezar una conversación con ella. La última vez que hablamos, habíamos peleado. ¿Quién dijo que sería fácil?
Entonces, cuando lo hubo entendido, me regaló un buen argumento para empezar: me preguntó acerca de Jesús.
No sabía si podía contarle, pero sabía que podía hablarle sobre él. De todas formas, no hay nada que me guste más que eso.
Cuando ella me dijo que Jesús también la visitaba, no pude evitar emocionarme un poco. Sabía que a él no le agradaría demasiado eso, pero no era culpa mía.
Recuerdo como fue cuando hablamos la noche en que Alexa se fue:
- ¿no puedes hacer que vuelva?-recuerdo que mi voz tenía un atisbo de ruego en ella, de súplica.
- Para cada quien hay un propósito en la vida, dictado por el Padre, Lucas. Nada pasa porque sí. Ella debe estar donde está.
- ¿Por qué?
- Lo entenderás cuando crezcas-me aseguró. Tenía razón. Ahora que he crecido, lo entiendo.
Recuerdo, también que me recosté en mi cama, puse mi almohada sobre mi cara y dije algo tan bajo que nadie lo oyó, ni siquiera yo.
- Sé que la amas, pero el amor tiene sacrificios-bueno, Jesús sí lo había oído.
Lo cierto era que yo había estado enamorado de Alexa por casi cuatro años. A medida que fui creciendo, comprendí que ahora solo extrañaba a mi mejor amiga.
- No debería-le dije.
- Un día serás recompensado.
Entonces, en mi habitación, me dejó solo.
Volviendo al tema, me asusté un poco por esa emoción que se produjo en mí. Lo que menos quería era enamorarme de Alexa de nuevo. En especial, cuando la Alexa que de verdad quería y había llegado a amar, ya no existía. No sacaría nada provechoso de eso.
En ese momento, sentado en el árbol, mirándola, hablando con ella, me prometí que no volvería a caer por ella. No volvería a enamorarme de la Alexa que extrañaba, porque esa Alexa estaba muerta…
Claro que solo tenía encontrar una manera de resucitarla. No sabía cómo, todavía. Pero, ¿Y si encontraba una manera?, ¿podría empezar a ver a Alexa de manera especial, de nuevo? No.
Quiero decir, no sería lo mismo. No la iba a hacer cambiar para mi beneficio. No iba a hacer cambiar a Alexa para yo sentirme bien de nuevo, para sentir a mi amiga junto a mí, de nuevo.
Yo no era esa clase de persona.
- ¡Nunca dijiste que estabas enamorado de mí!
- ¿para qué iba a hacerlo? Además, me di cuenta cuando te habías mudado.
- Pero…
- Olvídalo, xa…
- ¡¿Cómo pretendes que lo olvide?-me daba risa su expresión-. ¡Ahora tienes que contarme todo!
- Alexa, no voy a contarte como me enamoré de ti cuando era un niño. Es…vergonzoso.
- ¡¿vergonzoso?!-Alexa luce como que va a explotar. Pero no se lo contaré-. ¡Lucas! ¡pasamos esa etapa hace años! No tiene que darte vergüenza contarme las cosas.
- Estás siendo muy tontita e inmadura en este momento.
- ¿Qué harías si te dijera que yo también estaba enamorada de ti, entonces?
- ¿lo estabas?
julio 19, 2009
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