Él asintió.
- Lo recuerdo-dijo sonriente.
Me llené de emoción porque él lo recordaba. Quizás lo recordaba como yo.
Pero no entendía como es que él sabía tanto de eso. Cómo es que recordaba tanto de mí.
- Tú lo conoces-dije-. ¿Me hablarías de él?
- Por supuesto-sonrió. Esperé-. Él es…como nadie-supongo que eso describía todo a la perfección. Lucas rió-. Si, es verdad-lo miré extrañada-. Bueno…-se había puesto repentinamente nervioso-. Él es como nadie. Nadie en el mundo es como él, porque él nunca perteneció a este mundo…
- ¿me estas queriendo decir que hay otros mundos?-inquirí un poco incrédula, a decir verdad.
- El ser humano tiene una característica muy curiosa-empezó-. Nosotros, los humanos, necesitamos creen en algo más grande que nosotros, algo que nos guíe…pero solo creemos cuanto vemos. Por ejemplo: todo lo que puedes ver y conocer, es la tierra. Pero solo por el hecho de que no puedas ver nada más, no significa que no esté ahí, ¿o si?
No entendía mucho de lo que me estaba diciendo, y él lo notó. Supongo que por mi expresión.
- Bien. Probemos con esto: Tú no ves a tu corazón, ¿o si?-negué con la cabeza-. Pero sabes que está ahí, ¿cierto?-asentí-. ¿Sucede lo mismo cuando de hablan de cosas fuera del entendimiento terrenal?
- No. Nunca las creo.
- Pero, pueden que estén ahí-dijo él. Tenía sentido-. Puede que eso sea el corazón de este mundo. No puedes verlo, pero deberías saber que está ahí.
- ¿Otro ejemplo, por favor?
Era un tema bastante interesante.
- ¿Puedes ver tu alma?-negué con la cabeza-. Pero sabes que está ahí-de eso no estaba muy segura-. Sí, está ahí. Aunque no lo creas-¿Cómo es que podía saberlo?-. Yo poseo una también. En todo caso, no ves tu alma, pero sabes que está ahí, sabes que es en gran parte lo que te da vida, sabes que es lo que creó quién eres. Me refiero a tu personalidad. ¿Has escuchado eso que dicen “alma pura” o “sin alma” o lo que sea…?-asentí-. Puedes podría ser más cierto de lo que imaginas.
¿Es que quería asustarme, o qué?
Lucas se carcajeó.
- Lo siento-dijo-. Recordé algo-sonrió-. Sigamos; en este ejemplo, quiero demostrarte que Dios es el alma del mundo, de la tierra. No lo ves, pero sabes que está ahí, sabes que es lo que le da vida a todo, sabes que es en gran parte…en realidad, es en su totalidad, el responsable de lo que ves.
- Linda teoría, Lucas, pero no me convence.
Me miró extrañado. Luego, sonrió.
- Pues eso es extraño-dijo. Genial, ahora me llamaba rara-. No me malentiendas. Es extraño porque su hijo te visita y tú aún no crees. La mayoría de las personas creen sin ver. Pero tú ves y no crees.
Abrí la boca para decir algo, pero las palabras no salieron, porque fueron sustituidas por otras.
- ¿El hijo de quién?-pregunté.
- Pues, de Dios, obviamente-dijo-. ¿De quién más estamos hablando sino es de ellos dos?
Me carcajeé. Según habíamos hablado, sus teorías siempre habían sido interesantes a morir, pero esto ya era pasarse de la raya.
- Oye, si no me crees, entonces será mejor que le preguntes la próxima vez que te visite-espetó. Fue un poco duro cuando lo hizo. Eso hizo que le tomara más seriedad al asunto, aunque yo no quisiera.
Asentí.
- Pero no es tan fácil-agregué-. No entiendes. Pero creo que estás intentando decirme que solía jugar en los jardines de Dios. Por favor, Lucas.
- Es que así es. Tú y yo correteando por ahí a nuestras anchas en los jardines del PADRE-pronunció la última palabra con mucho énfasis.
- Cierto que a Dios le llaman “el padre”-Lucas me dirigió una mirada cargada de desaprobación-. Lo siento-le sonreí. Seguía mirándome así-. Oye, Lucas, sé que parece que me estoy burlando de ti, pero no cierto es que no lo hago. Solo…me cuesta un poco creer todo esto que me dices. Es demasiado raro. Y, por favor, en serio, ¿Tú lo crees?
- Nunca te predicaría algo en lo que no creo-dijo con suficiencia. O quizás su tono serio y maduro lo hacía parecer así. ¡Ya qué más daba!
Lucas se dispuso a levantarse, pero yo lo detuve.
- No ha terminado de llover-le dije.
- No me digas-dijo él con un notorio sarcasmo. No me molestó mucho. En ese momento tenía un raro porte de chico malo. No le quedaba mal-. No pretenderás que me quede aquí sentando hasta que pase la lluvia. Es época de lluvia. Si espero a que pase y que el tronco se seque, entonces, permaneceré aquí hasta diciembre-estábamos en julio. Y creo que las lluvias terminaban bastante antes de diciembre. A decir verdad, en diciembre volvían a empezar.
Claro, en ese momento, mi mente estaba puesta en el porte de chico malo que tenía Lucas. Sonreí para mis adentros, avergonzada.
Lucas me miró, como esperando.
- Pero…-intenté encontrar algo que decir, algo coherente, algo... ¡lo que fuera!- pero puedes pasar por dentro. Quiero decir, no tienes que escalar el árbol. Te dejo entrar-le sonreí-. Y te vas inmediatamente.
Lucas pareció pensarlo. Pero yo conocía esa parte de él. Lucas siempre parecía pensar las cosas, para terminar accediendo al final.
- Bien-genial-. Pero, ¿no te importa que llene toda tu habitación de agua?
- Solo estás buscando una excusa para irte escalando el árbol y así hacer que mis nervios exploten.
- Los nervios no pueden…
- Basta-lo interrumpí. Calló de inmediato.
julio 24, 2009
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