septiembre 19, 2009

Soneto 18 y 25. W. Shakespeare.

¿Qué debo compararte a un día de verano?
Tú eres más adorable y estás mejor templado.
Rudos vientos agitan los capullos de Mayo
y el estío termina su arriendo brevemente.


A veces brilla el sol con demasiado fuego 5
y a menudo se vela su dorado semblante.
A veces la belleza declina de su estado,
por causas naturales o causas imprevistas.


Mas tu eterno verano, jamás se desvanece,
ni perderá su instinto de tener la hermosura, 10
ni la Muerte jactarse, de haberte dado sombra,
creciendo con el tiempo en mis versos eternos.


Mientras el ser respire y tengan luz los ojos,
vivirán mis poemas y a ti te darán vida.


Soneto 25. W. Shakespeare.

Deja que los que tienen el favor de su estrella,
presuman de honor público y títulos altivos,
mientras que a mí, me niega, la fortuna ese triunfo,
pero apartado, gozo, de aquello que más honro.


El válido del príncipe, abre sus bellas hojas, 5
igual que las caléndulas, bajo el ojo del sol,
pero tienen su orgullo, enterrado en si mismos
y ante un fruncir de cejas, toda su gloria muere.


El sufrido guerrero, famoso en el combate,
tras mil victorias, ve, si una vez le derrotan, 10
como pronto es borrado, del libro del honor
y se olvidan las causas, por las cuales luchó.


Feliz por tanto soy, amando y siendo amado,
por quién no me abandona, ni puedo abandonarle

Comunicado...XD

Bueno, antes que nada, buenas tardes. Que Dios me los bendiga a todos y a todas.
Queria decirles que me siento mal por no poder subir capitulo de las novelas, y mas de "Conversion" porque siento que la deje muy cortada, que las deje muy esperando mas, y lo lamento de verdad.
No he podido escribir, porque mi computadora esta en su face de "no-quiero-funcionar-bien", por lo tanto, tampoco he podido subir.
Ahora mismo estoy utlizando de contrabando la computadora de mi hermana. Si me descubre, quizas me mate. Bromeo...XD
Pero eso es lo que pasa...
Lo siento mucho. Les dejare unos cuantos poemas aqui, para que lean alguito, aunque sea.
Se les quiere un mundo y muchisimas gracias. Bye.


- Majo.

septiembre 07, 2009

Conversión, cap 7, parte 7

Lucas empezó a hablar con Santiago, pero no le presté atención a lo que estaba diciendo, en parte por que no me interesaba, en parte porque estaba pensando en otra cosa. No importan demasiado las razones, lo cierto es que no escuche media palabra de lo que le decía Lucas a Santiago.
Pensé en cómo era posible que mi hermanito tuviera ideas de nosotros así. Nunca nos había visto juntos, excepto por ese día en casa de Lucas, cuando lo fui a buscar.
Lucas me miró.
- No es que lo piensa, Alexa. Es que lo desea-dijo.
- Pensé que tú no podías saber de forma sobrenatural nada que tenga que ver conmigo.
- No puedo. Pero eres realmente predecible. Deberías intentar cambiar eso-dijo, aún con Santiago en brazos. Lucas sería un gran padre en su momento.
Le dediqué una muy merecida, sonrisa burlona.
- Tú deberías tratar de no ser tan tú.
- Eso es imposible.
- Entonces, si tú no puedes cambiar un par de cosas sobre ti, yo no tengo por qué cambiar cuando tú me lo dices-repliqué, elevando el tono de voz al final.
Él me sonrió, tiernamente. No se inmutó. Seguía jugando de lo más feliz con Santiago.
Lucas es una persona de una paciencia infinita. Uno no creería que existe alguien así, pero Lucas lo es. No se molesta con nada…bueno, casi nada.
Luego, Lucas puso a Santiago en el suelo y se acercó a mí.
Me indicó que me sentara.
- Tengo una misión-me dijo. Yo no entendí.
- Explícate, Lucas. No entiendo.
- Me voy.
Se me cayó el mundo. Ese “me voy”, no quería decir “me voy a casa, hablamos mañana”. No. Quería decir, “me voy, quizás esta sea la última vez que me veas”
Lucas. La única persona que tenía ahora en esa horrorosa ciudad, se iba.
Pero él había dicho que iríamos a la escuela juntos. Lo había dicho.
¿Por qué ahora me decía que se iba? Justo ahora. No. Eso no estaba bien, él no podía dejarme a la deriva. Jesús había dicho que Lucas y yo tenemos que ser como uno, un equipo…o tengo que estar con él, algo así, no lo recuerdo del todo bien…
Pero…
Lucas…
No…
¿Qué? Se va, Alexa. Se va. Tienes que aprender a vivir con eso y apoyarlo, porque aunque él no lo vea así, sigue siendo tu mejor amigo.
Si. Yo tenía razón.
- Bueno, Lucas…yo…espero que te vaya bien-le dije, empujando las palabras fuera de mi boca. Era tan difícil pronunciarlas-, a donde sea que te vas.
Ni siquiera sabía a donde se iba. ¿Qué si era peligroso? ¡No! No podía irse solo así.
Reprimí el llanto y evité hacer esas cosas que alertaban a Lucas de que iba a llorar.
- Tengo que hacerlo…
- Lo sé…bueno…no lo sé…pero si te vas es por algo y…
- Xa…
Lo miré sorprendida, con los ojos expectantes, buscando esa chispa en sus ojos que me recordaba que me quería.
- No…no, Lucas. No tienes que decir nada, ni explicar nada. Te vas y espero que te vaya genial…no entiendo por qué lo haces, pero…espero que te vaya súper.
- Xa, escúchame un minuto.
Tenía que hacerlo.
No quería escucharlo. No quería tener nada que ver con estar lejos de Lucas, ni la razón por la que eso pasaría, no quería que se fuera…no quería estar lejos de él…no de nuevo.
- Es una misión. Tengo que llevarla a cabo. Y no es aquí. Debo obedecer a mi padre, que me ha elegido. Y es ahora.
Bien. Yo había entendido que se tenía que ir…no quería que se fuera, cierto. Pero… ¿Qué me estaba diciendo? Me decía que era necesario, que debía hacerlo y yo no era quién para impedírselo.
Siempre he escuchado que si uno quiere a alguien debe dejarlo libre. Si vuelve, son tuyos, sino, nunca lo fueron. ¿Es así que dice? No importa.
Yo quería a Lucas y por eso tenía que dejarlo ir. Ese era el punto de toda la situación.
Me obligué a hablar:
- Te extrañaré.
Él asintió.
- Espero que no…
- Lucas…
- Xa…
Estaba a punto de decir algo importante, yo lo sabía, lo sentía.
Pero no quería escuchar nada importante. Nada que me hiciera desear que se quedara aún más de lo que ya lo deseaba, y no creía que eso fuera posible.
Noté como Lucas respiraba profundo, soltaba el aire, y repetía la operación unas cinco veces. Preparándose para hablar, pensé.
Debía ser realmente importante, porque tardó un poco en decirlo.
Lucas me miró.
- Xa, quiero que vengas conmigo.

septiembre 06, 2009

El cículo de los Elfos.

El círculo de los elfos.

Todo comenzó cuando mis amigos y yo fuimos de vacaciones a una montaña, creo que en Irlanda. Supongo que no todo el mundo tiene el privilegio de solo decir: “voy a Irlanda”, y sus padres le digan “Diviértete”. Yo como buena hija, obedecí. Me divertí. Me divertí demasiado, quizás. Tanto así que no puedo volver a ver a mi familia, jamás.
Explicaré como: mis amigos y yo llegamos a Irlanda, dispuestos a hacer un completo desastre en todos esos bosques. Éramos adolescentes, eso es lo que la mayoría de los adolescentes hacen. En todo caso, Patty y Julie estaban discutiendo sobre no sé qué cosas. Yo estaba harta de escucharlas gritarse la una a la otra. Una tiene sus límites, ¿saben?
Me fui de la habitación del hotel dando un portazo. Divisé un bosque a lo lejos y decidí encaminarme hacia allá. Se veía pacífico. Mucho. Me costó pensar en un lugar que resultara tan tranquilo a la vista humana.
Caminé con decisión hacía el bosque. Quería, por decirle de alguna forma, explorar. Saber qué podría haber más allá. No soy idiota, sabía que solo había árboles, pero eso no le quita a una la curiosidad.
Cuando llegué al bosque escuché una música. Se oía lejana, pero a la vez cerca. Suave, pero a la vez fuerte, era extraño. Sobre todo el hecho de que estaba en el medio de la nada. Y en el medio de la nada no debería haber música.
Era una tonada hermosa, la que sonaba. Transmitía la esencia del lugar donde me encontraba. Sonaba mucho a bosque. Sonaba a naturaleza. Me encantó.
Sin saber mucho lo que hacía, empecé a caminar. No sabía a dónde iba, no sabía si podría regresar con mis amigos, no sabía si algún animal me mataría al llegar a dónde sea que me estaban llevando mis pies. Pero sabía que no podía detenerme. No ahora. No ahora que la música se escuchaba más fuerte. Me hechizaba. Me llamaba.
Comencé a caminar, ahora dando vueltas, como danzando. Me sentía extraña, nueva.
La música continuaba sonando. Yo danzaba al ritmo de la música.
Lo que vi cuando mis pies se detuvieron me dejó estupefacta: muchas otras personas danzando al igual que yo lo hacía. Sus ropas eran finas, sin duda, como si estuvieran en medio de una celebración. No habían notado mi presencia.
Me escondí detrás de un árbol. No fue la mejor idea.
- Oye, no toques mi árbol. Ahí vivo-me espetó una mujer, joven…niña. No lo sé.
No dije nada, solo me aparté. Entonces, mientras me apartaba, choqué con varias de esas personas que estaban alrededor. Uno de ellos me sostuvo por los hombros cuando estaba a punto de darme de lleno en la cara con el suelo. Le agradecí con una sonrisa. Él me siguió.
- ¿Bailamos?-me preguntó. Yo negué con la cabeza-. Pero si eres Mía. Debes bailar conmigo. No debes temerme.
De él. ¿Cómo podía ser de él si no llevaba ahí más de 7 minutos?
- Debería irme…y no soy tuya.
- Sí lo eres. Eres una de las nuestras. Mía.
Decidí caminar, lejos de ahí. Algo me lo impidió, como una barrera.
- Mía…-oh, se refería a que mi nombre era Mía. Pero no lo era-. No puedes irte. Has entrado a un círculo de elfos hace siete años. Tienes que quedarte aquí, con nosotros…conmigo…no podrás irte…jamás-¿estaba encerrada en un círculo de elfos? ¡Yo ni creía en elfos!-. Eres una de nosotros, Mía.
No tenía ánimos de discutir con él. Acepté mi realidad. Era una qué… ¿elfina? ¿Qué?
Pero era mi vida. Mi naturaleza. Acepté bailar con él. No perdía nada. Ahora él sería mi hogar. Incluso mi amigo. Todo lo que tenía ahora.
Me guió en la misma danza que y había estado efectuando sola, minutos antes.
- Así que…siete años-le dije.
- Si. Siete. Has estado aquí por siete años…te he observado por siete años…me gustas.
Bien. Quizás no mi amigo, pero sí mi hogar.
- Debes aprender a vivir entre nosotros, Mía. Ya no hay marcha atrás. Has entrado al círculo.
- Lo sé…-murmuré, aunque no quería creerlo. Pero lo sabía. Sabía que era todo. Sabía que mi vida humana había llegado a su fin por culpa de unas criaturas en las que ni siquiera había creído.
Me quedaría con él.
De hecho, sigo con él… en el bosque…
- ¿Qué haces?-pregunta él.
- Nada. Solo algo del otro mundo…

septiembre 01, 2009

Uh...Guees What? H.M Cap 1, parte 1

Hola, chicos y chicas.
Quería que supieran, que hay una historia para los martes. No tiene nombre aún, solo es "la historia de los martes". Empezaré a subirla, todos los martes, desde hoy. Quizás les guste. Ya tengo el final, es bastante bueno. A mi me gustó, al menos. Bien, aquí está:

Era mi primer día de escuela. Siempre hay un primer día de escuela para todos, pero este en particular iba a ser especial.
Yo estaba segura de que iba a ser especial.
Me llamo Lisa…
Bueno, la verdad es que me llamo Danielle, pero no me gusta. Nunca me ha gustado y nunca me gustará. No hay mucho que pueda hacer al respecto.
Tengo quince años y medio. Pronto, por la gracia de Dios, estaré cumpliendo dieciséis. Algo bueno de entre muchas cosas. Podré conducir, y cuando pueda conducir podré escaparme de casa y mi vida mejorará.
¿Mejorará? Pero… ¿Qué hay de malo en mi vida?
Tengo que lidiar con padres divorciados que se pelean por quién va a tener que cargar conmigo a la final.
A veces pienso que se pelean por quién se quedará conmigo, pero que el ganador es quién pierda en los tribunales ante el juez.
También, siempre tengo que fingir algo que no soy. Mi madre es atea al 100%. Yo, en cambio, soy cristiana al 100%.
Mi padre dice que Dios no existe porque, de existir, mi madre no tendría el carácter que posee y q la hace tan únicamente insoportable.
No me canso de repetirle que Dios no hace ese tipo de cosas, a lo que él siempre me responde que Dios hace milagros.
Pero, claro, mi padre no le dio la oportunidad de hacerlo, cuando ya estaba con una mujer más dócil que mi madre.
De todas formas, tengo que fingir que comparto la idea de mi madre, porque si no lo hago, se pone toda histérica, y no hay nada peor que ella en ese trance.
Con respecto a mi padre, ya me cansé de que cada vez que le diga algo, saca el tema de mi madre a relucir.
Estoy segura de que la mayoría del tiempo la extraña, pero es demasiado cobarde como para admitirlo. Muchos dirían, demasiado hombre como para admitirlo, pero para mi se define mejor como cobarde.
De todas formas, no me importan demasiado los problemas por los que ellos estén pasando. Si se quieren gritar por teléfono, pues que lo hagan, ¿a mi qué? Eso me da ventaja para leer la biblia que tengo escondida debajo de mi colchón, en el que ya no duermo.
Mi pobre madre, a quién en verdad amo y respeto, pero que me saca de quicio, ha desarrollado una extraña dependencia hacia mí, sin mencionar sobreprotección.
Le fue duro dejarme hoy en una nueva escuela.
La vi mientras se alejaba, al tiempo que yo caminaba hacia atrás, con mi iPod encendido, a todo lo que daba. Cualquiera creería que estaba escuchando rock, cuando en realidad, todo lo que tenía era “Swichfoot”, “Hillsong” y “Delirious”.
Aunque, claro, la manera en que vestía desde el divorcio también dejaba mucho que desear.
Solo usaba jeans, aunque con cierto toque de feminidad, claro. Franelas manga-larga. O manga-tres-cuartos. Daba igual. Lo cierto es que dejé de usar rosa.
Cualquiera que me viera por la calle, me definiría un poco como “emo”, a pesar de que mi cabello es castaño rojizo. Con respecto a la piel, si soy pálida como ninguna otra persona que conozca. Mi cabello lo mantengo largo. Eso del cabello corto no me va muy bien, aunque siempre lo recojo en una cola de caballo, sin maquillaje, q no sea un poco de negro en los ojos.
Y todo eso lo hago por mi madre.
Lo cierto es que, en lugar de estar seria, me encantaría estar todo el tiempo gritando cuan grande es el amor de Dios. Pero ya que no puedo, por su propio bien y por el mío…bueno, me quedo callada.
Hoy en particular, llevaba puesto una camisa azul oscuro con un mensaje un idioma que yo si domino, pero que mi madre, tristemente, no. Un mensaje cristiano, muy hermoso. Agradezco que ella no pueda ver lo que dice.
Y para muchos otros que compartan eso con ella, creerán que es algo como en clave, y que soy una ruda.
Luego de estar segura de que mi madre estaba ya muy lejos de mi escuela, me volteé, para seguir mi camino.
Despejado.
Tan solitario como si nadie hubiese querido ir a clases. No es que yo quisiera, tampoco.
Busqué con la mirada a mis amigas, pero nada que las encontré.
Incluso quise encontrar a Josh, el molesto chico del equipo de futbol, no muy inteligente, que estaba detrás de mí el año pasado. Rogué porque este año no fuera así.
- ¡Lisa!-esa era Becca, sin importar donde fuera.
Me volteé de inmediato.
Estaba luciendo su cuerpo de supermodelo que ya todo el colegio había visto, mientras su cabello se enredaba con el viento. No le presté demasiada atención a lo que llevaba puesto. Me había determinado a no hacerlo más.
Becca era la única que se había acostumbrado enseguida a llamarme Lisa. De resto, todos me seguían llamando Danielle, o Dany.
- Hola, Becca-saludé sin mucho interés-. ¿Qué tal?
- ¡Terrible!-A diferencia de mí, Becca siempre sería una chismosa. Estaba en su naturaleza de chica popular-. No te puedes hacer una idea de lo que me pasó este verano…
- ¿tu novio número 100 terminó contigo?
- ¿Qué? ¡no!-soltó una risotada. Me alegré de que hubiese podido conservar a un chico por más de un mes-. Yo terminé con él-o quizás, no-. En todo caso, no es eso.
Esperé, pero no se veía muy entusiasmada en seguir. Al menos, no hasta que yo me mostrara interesada en escuchar.
No lo estaba. Pero, ¿para qué están las amigas que son como dos polos opuestos?
Siempre me gusta escucharla, porque me recuerda a la vida que tenía antes de todo el asunto de mis padres, la cual extraño. Pero también me recuerda como era antes de conocer a Dios, vacía y llena de todo tipo de inmundicias, la cual odio.