Lucas empezó a hablar con Santiago, pero no le presté atención a lo que estaba diciendo, en parte por que no me interesaba, en parte porque estaba pensando en otra cosa. No importan demasiado las razones, lo cierto es que no escuche media palabra de lo que le decía Lucas a Santiago.
Pensé en cómo era posible que mi hermanito tuviera ideas de nosotros así. Nunca nos había visto juntos, excepto por ese día en casa de Lucas, cuando lo fui a buscar.
Lucas me miró.
- No es que lo piensa, Alexa. Es que lo desea-dijo.
- Pensé que tú no podías saber de forma sobrenatural nada que tenga que ver conmigo.
- No puedo. Pero eres realmente predecible. Deberías intentar cambiar eso-dijo, aún con Santiago en brazos. Lucas sería un gran padre en su momento.
Le dediqué una muy merecida, sonrisa burlona.
- Tú deberías tratar de no ser tan tú.
- Eso es imposible.
- Entonces, si tú no puedes cambiar un par de cosas sobre ti, yo no tengo por qué cambiar cuando tú me lo dices-repliqué, elevando el tono de voz al final.
Él me sonrió, tiernamente. No se inmutó. Seguía jugando de lo más feliz con Santiago.
Lucas es una persona de una paciencia infinita. Uno no creería que existe alguien así, pero Lucas lo es. No se molesta con nada…bueno, casi nada.
Luego, Lucas puso a Santiago en el suelo y se acercó a mí.
Me indicó que me sentara.
- Tengo una misión-me dijo. Yo no entendí.
- Explícate, Lucas. No entiendo.
- Me voy.
Se me cayó el mundo. Ese “me voy”, no quería decir “me voy a casa, hablamos mañana”. No. Quería decir, “me voy, quizás esta sea la última vez que me veas”
Lucas. La única persona que tenía ahora en esa horrorosa ciudad, se iba.
Pero él había dicho que iríamos a la escuela juntos. Lo había dicho.
¿Por qué ahora me decía que se iba? Justo ahora. No. Eso no estaba bien, él no podía dejarme a la deriva. Jesús había dicho que Lucas y yo tenemos que ser como uno, un equipo…o tengo que estar con él, algo así, no lo recuerdo del todo bien…
Pero…
Lucas…
No…
¿Qué? Se va, Alexa. Se va. Tienes que aprender a vivir con eso y apoyarlo, porque aunque él no lo vea así, sigue siendo tu mejor amigo.
Si. Yo tenía razón.
- Bueno, Lucas…yo…espero que te vaya bien-le dije, empujando las palabras fuera de mi boca. Era tan difícil pronunciarlas-, a donde sea que te vas.
Ni siquiera sabía a donde se iba. ¿Qué si era peligroso? ¡No! No podía irse solo así.
Reprimí el llanto y evité hacer esas cosas que alertaban a Lucas de que iba a llorar.
- Tengo que hacerlo…
- Lo sé…bueno…no lo sé…pero si te vas es por algo y…
- Xa…
Lo miré sorprendida, con los ojos expectantes, buscando esa chispa en sus ojos que me recordaba que me quería.
- No…no, Lucas. No tienes que decir nada, ni explicar nada. Te vas y espero que te vaya genial…no entiendo por qué lo haces, pero…espero que te vaya súper.
- Xa, escúchame un minuto.
Tenía que hacerlo.
No quería escucharlo. No quería tener nada que ver con estar lejos de Lucas, ni la razón por la que eso pasaría, no quería que se fuera…no quería estar lejos de él…no de nuevo.
- Es una misión. Tengo que llevarla a cabo. Y no es aquí. Debo obedecer a mi padre, que me ha elegido. Y es ahora.
Bien. Yo había entendido que se tenía que ir…no quería que se fuera, cierto. Pero… ¿Qué me estaba diciendo? Me decía que era necesario, que debía hacerlo y yo no era quién para impedírselo.
Siempre he escuchado que si uno quiere a alguien debe dejarlo libre. Si vuelve, son tuyos, sino, nunca lo fueron. ¿Es así que dice? No importa.
Yo quería a Lucas y por eso tenía que dejarlo ir. Ese era el punto de toda la situación.
Me obligué a hablar:
- Te extrañaré.
Él asintió.
- Espero que no…
- Lucas…
- Xa…
Estaba a punto de decir algo importante, yo lo sabía, lo sentía.
Pero no quería escuchar nada importante. Nada que me hiciera desear que se quedara aún más de lo que ya lo deseaba, y no creía que eso fuera posible.
Noté como Lucas respiraba profundo, soltaba el aire, y repetía la operación unas cinco veces. Preparándose para hablar, pensé.
Debía ser realmente importante, porque tardó un poco en decirlo.
Lucas me miró.
- Xa, quiero que vengas conmigo.
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