Lo miré esperando. Sí. Quizás no debía haberle dicho eso tan de pronto, pero es que no pude callarme, no pude detenerme, simplemente no pude.
Estaba muy convencida de que él podía hacer eso.
- Escucha…-empezó a decir. Sabía que intentaba hacerlo de una manera calmada, suave, incluso dulce si se puede, pero su tono era duro, intentando no parecer duro. Era extraño-, no es tan así como leer mentes. Yo puedo sentir lo que otras personas sienten…y eso implica saber lo que no dicen. También escucho lo que las personas piensan, a veces-rió-. Solo cuando me dejan hacerlo, inconcientemente, claro. Cualquiera puede esconder sus pensamientos de mí.
- ¿has escuchado lo que yo pienso, alguna vez?
Lucas me sonrió.
En ese momento, supe que mi cara se había tornado roja, azul, verde, amarilla, de todos los colores habidos y por haber. Recordé entonces cada cosa que había pensado desde que nos reencontramos. Mala idea, mala idea.
- Tú no piensas-dijo, riendo-. Tú gritas dentro de tu cabeza. Es imposible no escucharte.
- Por Dios-susurré.
Empecé a dar vueltas por toda la habitación, consternada, preocupada. ¿lo que pensé hacía nada? El hecho de estar discutiendo dentro de mi cabeza el estar con Lucas o no era…por Dios, no.
- Díselo-le dijo Jesús a Lucas.
- Jesús me ha prohibido sentir lo que sientes, oír lo que piensas, saber cosas de ti que nadie sabe-dijo Lucas, un poco frustrado-. Yo pienso que no es justo, pero no lo cuestiono. Seguro que tiene sus razones para hacerlo. Lo cierto es que mi don me lo han desactivado en lo que a ti se refiere.
- Oh…-dije, un poco sin saber qué iba a decir-. Bien. Genial.
- Y tengo permitido usarlo únicamente cuando alguien necesita mi ayuda. Claro que ahora no sabré si tú necesitas mi ayuda.
- Tengo a Jesús para ayudarme, por eso no es necesario que lo sepas-repliqué.
Se sentía genial ser de alguna forma inalcanzable para Lucas. Sonreí en mis adentros. Sabía que estaba mal pensar esas cosas. Pero que Lucas no pudiese escuchar lo que yo pensaba, o sentir lo que sentía o saber cosas que nadie más sabía, era un gran alivio.
La voz de Jesús sonó en mi cabeza, diciendo: “Es por eso mismo que se lo impedí. Pero cuando lo descubra, todo será como antes”
O sea, que tenía que impedir a toda costa que Lucas descubriera que… ¿Qué no tenía que descubrir Lucas para que su don no se activara conmigo?
Quizás es algo que tengo que descubrir por mí misma. Miré a Jesús en busca de respuestas. Él solo asintió una vez, en silencio.
Como siempre, ni una ayudadita. Pero así estaba bien. Así estaba bien, porque Jesús tuvo razón en todo. Cada cosa que no me dijo, la descubrí a su tiempo y él estuvo ahí para explicármela, aunque no visible, pero sé que estuvo ahí.
Lucas ya no sostenía mi mano. Agradecí eso, porque el contacto de su mano con la mía ya casi me estaba quemando.
No quemando de la mala manera, sino quemando como…bueno, como quién se sonrojaría solamente con una mirada y que con el tacto se infartaría. No quería que eso me pasara a mí.
Ya va. ¿no quería que qué me pasara a mí?
Quizás ya me estaba pasando y…no. No podía pasarme. No podía permitir que me pasara, porque sería un completo error. Además, Jesús acababa de decir que no era el tiempo y…
Pero, ¿Cómo puedo controlar esa parte de mí? Yo…no… ¡Rayos!
Quizá ya era el momento de estar a solas con Jesús.
Pero…no podía decírselo a Lucas. Decirle, “debes irte, Lucas. Hablaré con Jesús sobre ti, por lo que no debes estar presente”. No podía.
Entonces, supe que Jesús lo haría por mí.
“En un momento” le dije mentalmente. Sabía que él podía escucharme y que Lucas no.
Solo me quedé mirando a Lucas. Él no se percató.
Sentí como las lágrimas estaban a punto de brotar de mis mejillas. Era Lucas. ¡Lucas!
Supe que era tiempo de que él se fuera y que Jesús no se lo diría en voz alta.
Lucas se levantó.
- Debo irme-anunció. Yo solo asentí-. ¿vas a llorar de nuevo?-preguntó. Yo negué con la cabeza. Él me abrazó-. Claro que sí. Te conozco.
- Estaré bien-le aseguré. No estaba segura de eso, pero él debía irse.
Lucas besó mi frente y se dispuso a salir por la ventana.
- ¿Saldrás por la ventana?-exclamé.
- Claro…
- ¡Sal por la puerta!
- Estaré bien-tampoco estaba seguro de eso, o era yo quién no lo estaba, pero se fue. No cerré la ventana y corrí la cortina hasta que lo vi seguro en su habitación.
Entonces, sí empecé a llorar.
- ¿Por qué tiene que hacer todo más difícil?-sollocé.
Jesús sabía de lo que estaba hablando.
- Sé que no debo…no es mi tiempo…no…-estaba cerca de la desesperación-. ¿Por qué? ¿Por qué Lucas?
- Hacer esas preguntas únicamente te hace insensata. Acepta las pruebas que vengan, sin cuestionar la razón. Limítate solamente a superarlas.
- Lo veo todos los días-dije-. No será fácil.
- Nunca he dicho que lo será.
En eso tenía razón.
Corto, creo!
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