Inconcientemente, sacudí mi cabeza. Necesitaba borrar esa imagen.
Aunque no estaba nada mal la imagen y…
¡No! Es Lucas, ¡por todos los cielos! ¿Qué clase de persona sería si terminara fijándome en mi mejor amigo?
Ay, y que sigo hablando de eso.
No. Basta, Alexa, basta. Es suficiente. No hay ni habrá nada entre Lucas y tú. Ni hoy ni nunca.
Ay, pero… ¿Por qué no?
¡Porque no!
Genial, ahora me estaba volviendo loca. ¿Podría algo ser mejor que eso? Quiero decir, imaginarme con mi mejor amigo y además, volverme loca por eso. ¡El sueño de toda chica de quince años!
Rayos… ¿Cómo iba a concentrarme en lo que decía Jesús cuando ya me había distraído ese pensamiento?
No. Lo haría.
- ¿Cómo podemos saber quién es la persona correcta?-preguntó Lucas.
- No hay manera de saberlo-contestó Jesús-. Pero cuando llegue el momento, lo sabrás-Lucas asintió-. Ahora mismo ninguno de los dos se encuentra en su tiempo.
Lo miré extrañada.
- ¿En nuestro tiempo?-inquirí-. No entiendo…
- Si. Ninguno está en su tiempo para pensar en conocer a la persona correcta. Quizás ya la conocen, pero no deberían pensar en eso. Concéntrense en sus estudios y ser mejores de lo que ya son.
Ambos asentimos.
- ¿Saben que la amistad es algo muy importante?-nos preguntó. Ambos asentimos enérgicamente-. ¿Son ustedes dos un buen ejemplo de eso?
Ninguno supo qué responder. Yo sabía que no lo éramos.
Un día, hacía ya años, lo habríamos sido. Nuestra amistad era inigualable. Ahora vivíamos para pelear. Nada era igual y eso me dolía hasta lo más profundo.
Ambos bajamos la cabeza, avergonzados.
Me acomodé en mi cama y volteé el rostro.
- ¿Vas a llorar?-me preguntó Lucas.
Lo miré ya con lágrimas en los ojos.
¿Cómo era posible que él me hiciera llorar? ¡Tonto Lucas!
Lucas me abrazó.
- ¿Por qué estás llorando?-me susurró al oído.
Me aparté de él para mirarlo y también a Jesús.
- Pues…bueno, porque ya no somos lo que solíamos ser. Hace años habríamos respondido a esa pregunta con un “si”. Ahora no dijimos nada porque sabemos que es un “no”…y eso me duele…me duele que tú y yo no podamos ser lo que éramos antes, porque antes éramos…éramos tú y yo, Lucas.
Jesús me miraba de una manera extraña, como evaluándome. No me incomodó, tampoco, es solo que no lo supe interpretar.
Me dio la impresión de que estaba analizando la situación, mis palabras. Incluso sentí que podía ver dentro de mi corazón.
Entonces, no sé como, supe que eso era lo que estaba haciendo: viendo mi corazón. Pobre Jesús. Estaba viendo mi corazón y lo que más iba a encontrar era dolor, tristeza. Porque, la verdad, yo solo era feliz cuando él estaba cerca.
Respiré profundo.
Entonces, Lucas me miró y me secó las lágrimas. Luego, tomó mi mano.
- Podemos ser amigos de nuevo, Alexa…-ahí estaba de nuevo-. Algún día seremos los mejores amigos del mundo, de nuevo.
- Tú sigues siendo mi mejor amigo, Lucas.
Él me sonrió con dulzura.
- Si te hace sentir mejor, nunca encontré un mejor amigo tan especial como tú, ¿bien?-yo reí-. Pero no podemos esperar que sea como antes, porque tú y yo no somos como éramos antes. Como te dije, ahora nos interesan cosas diferentes…
- Claro.
Jesús nos miraba con una amplia sonrisa en el rostro. Una sonrisa como de orgullo. No sé por qué, pero era así.
- Ahora sí son un buen ejemplo de amistad-dijo, con orgullo-. Superarán cosas mayores que esta, se los aseguro. Pero estarán bien. Tú-dijo refiriéndose a mí-, no puedes sin Lucas. Al igual que Lucas no puede sin ti.
- ¿Qué significa eso?-pregunté. Lucas claramente entendía.
Él se volvió hacia mí. Quizás quería evaluar mi expresión, porque no había manera de que Lucas fuera a contestar a la pregunta.
- Ustedes deben ser como un equipo-empezó a decir Jesús-. Cuando yo no esté visible ante ti, será Lucas quien va a guiarte.
- ¿Por qué?-pregunté. Sin ánimos de ofender a Lucas ni nada.
- Lo entenderás a su tiempo-dijo solamente.
Yo asentí. Había muchas cosas que entendería a su tiempo. Solo esperaba que el tiempo de todas esas cosas fuera el mismo.
El resto del tiempo, hasta que Jesús se fue, lo pasamos conversando más que todo sobre nuestras vivencias, Lucas y yo, y si estaba en el poder de Jesús, él nos explicaba por qué. Cuando algo no estaba en su poder para explicarlo, significaba que podría hacerlo, pero no lo haría porque eso podría afectar nuestro futuro de alguna forma y que si sucedía así, íbamos a descubrirlo solos. Era básicamente algo como “no quiero arruinar la sorpresa”.
Jesús rió. Lucas lo miró un momento y luego rió también.
Entonces caí en la cuenta.
- ¡tú!-exclamé mirando a Lucas con los ojos entrecerrados-. ¡Tú lees mentes!
- Yo no leo mentes, eso es ridículo-dijo, realmente seguro de sí mismo.
- No me mientas, Lucas. Sé que lees mentes. Ya te descubrí.
- No es eso, Alexa…
- ¿entonces, qué?
- Bueno…
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