Él lucía petrificado. Bueno, no podía esperar menos, realmente. Hacía prácticamente nada le dije que ni loca me iba con él y ahora le salía con eso.
Lucas clavó sus ojos directamente en los míos, como buscando respuestas. Su expresión era impenetrable. No daba señales de absolutamente ninguna emoción. Estaba sumido en lo que sea que estaba haciendo.
No pude mantener la mirada mucho más tiempo. Corté la conexión.
- No.
Mi expresión cambió drásticamente de desconcierto a sorpresa. ¿había dicho no?
- ¿no?-inquirí.
- Si.
- ¿si?
- No.
- ¡Lucas!
Imaginé que sería algún tipo de broma, pero no rió como siempre lo hace. No hizo nada.
Bueno, sí hizo algo. Me tomó por el brazo, prácticamente me arrastro hasta el sofá cerca de la ventana y me sentó ahí. También él se sentó.
Ahora su rostro sí mostraba una expresión…solo que yo no tenía idea de cómo describirla. Sigo sin tener idea.
Me miró, nuevamente, después de casi un minuto.
- No.
- ¿el jueguito de nuevo, Lucas? Háblame claro, por favor.
Respiró profundo, como diciendo “no es fácil decir lo que diré”. ¡Lo había dicho ya tres veces, por el amor de Dios! Solo le faltaba explicármelo.
- No vendrás conmigo.
- ¿Por qué?-exigí saber.
- Porque es mi viaje. Porque yo lo digo.
Su viaje. Por supuesto.
Sentí la cólera calentar mi sangre, mientras esta, hirviendo, subía hasta mis mejillas. Sabía bien que no todo puede ser como uno quiere. Pero al menos merecía una explicación razonable y lo que él dijo solo me hacía sentir aún más confusa.
Ahora que lo menciono, ese es algún tipo de don que tiene. Lucas tiene un poder de súper confusión, eso quiere decir que puede confundir a la gente-entiéndase confundir como molestar, frustrar, encolerizar-, con una rapidez impresionante, por medios nunca antes vistos.
Sus palabras resonaron en mi cabeza una y otra vez, repitiéndome que era su viaje, suyo, de él.
- ¿Qué hay de tu familia?-sacudió la cabeza, negando-. ¿irás solo?-asintió, de una forma triste, melancólica, resignada-. ¿Por qué no quieres que te acompañe, entonces?
Lucas respiró profundo. Inhaló y exhaló. Repitió el proceso varias veces.
- Me dijiste, cuando te lo propuse, que aquí estaba tu vida, que no podía esperar que dijeras “si” y empezaras a empacar tus maletas para irte conmigo. Yo tomé eso como un rotundo “no”. Y ahora porque tuviste una estúpida pelea con tus padres por algo realmente estúpido, porque para ti tu existencia es perfecta, te quieres ir conmigo. No. No. No. Y no.
Se detuvo durante un momento, supongo que esperando para ver si yo quería decir algo. No tenía nada que decir.
- Escucha lo siguiente-dijo. Esperé-: no soy tu salida de escape, ¿entiendes? Eres la persona más ruda, pero aún así fuerte que he conocido en toda mi vida. Eres dulce, pero no ingenua. Tienes un potencial grandioso. Eres una persona tan…-dejó la frase en el aire-. Escúchame. Sal ahí, cómete el mundo y supera este problema que estás enfrentando. Dios nunca nos da más de lo que podemos soportar. Yo creo en ti y El también cree en ti, así que deja tus pensamientos negativos de lado y empieza a creer tú también en ti.
Petrificada. Totalmente helada.
Muchas veces Lucas sabía cómo dejar a las personas totalmente sin habla.
Pero esa no era una de aquellas veces… yo sí tenía algo que decir.
- No creo en creer en uno mismo-musité-. No existe tal cosa.
- Yo creo en mí mismo-dijo, desafiante. Lucas era realmente único aquellos días.
- ¡Tú crees en todo!
Lucas me miró, entré disgustado y decepcionado. Sentí como que un puñal me atravesaba el corazón enteró. Me sentí mal por haber dicho lo que dije, pues sabía que lo había insultado.
- Eso no tiene por qué importarte, ¿estamos claros? El punto es que no irás conmigo, no importa cuánto lo desees…o mejor dicho, cuánto desees huir de una realidad que tú misma has creado. Adiós.
Lucas se dispuso a salir.
- ¡Lucas!-pretendió no escucharme-. ¡¡Lucas!!-nada-. ¡¡Lo siento!!
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