8
Más tarde, ese mismo día, Lucas se fue.
Hablamos durante un rato más, pero luego, inevitablemente, se fue.
Continué preguntándome si se iría de igual forma. Dado el caso, iba a extrañarlo mucho. Pero no podía irme con él, no podía dejar a Santiago solo, no podía abandonar a mi familia… no podía dejar mi vida entera atrás por una aventura totalmente incierta, improvisada…
Al llegar la noche, mis padres me llamaron. Su tono sonaba fuerte, rudo…molesto.
Acudí al llamado. Era eso o soportar los siguientes días la ira de ambos sobre mí por haberlos ignorado.
Los miré fijamente, al entrar en la sala. Santiago no estaba. Seguro ya dormía.
Mis padres estaban sentados en el sofá, juntos, con cara de no querer hacer algo, pero tener que hacerlo. Ser padre debe ser una gran responsabilidad.
Mi padre me indicó con un gesto que tomara asiento. Dudé un minuto, pero su mirada severa me convenció de inmediato.
Tomé asiento frente a ellos.
Esperé. No quería estar allí, pero debía.
Por sus rostros cruzó una expresión de rabia, de molestia. En ese instante, más que en ningún otro, no quería estar ahí.
Mi mirada seguía fija en ellos, pero ninguno me estaba mirando a mí. ¿Por qué?
Quise decir algo, empezar la discusión, pero no pude. Tenía miedo, miedo a lo que estaba a punto de pasarme. Yo había hecho algo…algo grave, que no tenía idea de qué rayos era.
Mamá respiró profundo.
Y entonces pasó. Habló.
- Alexa… ¿Qué te está pasando?
- Nada-contesté, tan francamente como fui capaz.
La misma expresión iracunda que momentos antes se había asomado en el rostro de mi padre, reapareció.
Lo único que eso realmente me demostró es que no me conocían para nada. Un padre, uno bueno, debe saber qué está pasando en la vida de su hija, no debe tener necesidad de preguntárselo.
- Algo te pasa-insistió mi madre-. Ya no eres mi pequeña Alexa.
- Exacto. Ya no soy tu pequeña Alexa, mamá. Ya no soy pequeña, crecí. No puedes esperar que siga siendo quién era cuando tenía cinco.
Mi madre me miró sorprendida.
- Tú y Lucas se llevarían de maravilla, hablando de mí.
La expresión de mi madre cambió de sorpresa a desconcierto. No sé por qué hablé de Lucas. No creo que ellos supieran que Lucas era nuestro vecino.
- ¿Lucas?-inquirió mamá-, ¿aún no lo superas, hija?
- Lo superé hace un tiempo, madre. Cuando empecé a vestirme de negro porque me trajeron a este…lugar.
- Pero acabas de decir…
- Olvídalo.
Papá se dirigió a mí, entonces.
- No sabemos qué pasa contigo.
- Eso es porque jamás están. No me conocen. Ninguno de los dos. No saben cómo soy, no saben por lo que estoy pasando…no saben nada.
- Por eso estamos aquí. Porque queremos saber.
- ¿Por qué ahora? ¿Por qué no ayer, o mañana?
Ambos callaron. No sabían que decir. Aunque no duró demasiado.
- Eres rebelde ahora.
- ¡Ustedes me han convertido en lo que soy!-exclamé-. Soy el reflejo de lo que pasa en esta casa día tras día.
Papá ahora estaba realmente molesto.
- ¡¿Qué te hemos hecho?!
- ¡¡Nada!!-exclamé-. ¡No me han hecho nada! Y ese es, probablemente, el problema.
- No hay ningún problema-espetó mi padre, ciego como siempre.
- Papá, tu siempre has visto lo que quieres ver y no lo que realmente está pasando. Solo ves defectos en mí, porque es la forma en que te desquitas de todo tu fatigoso día, entonces peleas conmigo, por no hacerlo con mamá, para no tener problemas con ella. ¡Claro! “Alexa es mi hija y tiene que hacer lo que le digo, tiene que escucharme si le grito, tiene que aguantarse todas mis cargas. Es el des estresante más efectivo”
- ¡Estoy cansado de tus actitudes, de tus desplantes! No eres la hija que criamos.
- Desde que nos mudamos acá me he criado sola, muchas gracias.
- ¡¡Pues si tanto te molesta, entonces deberías irte!! ¡Vete si quieres! Nos harías un favor a todos. Ya es hora de que tengamos un poco de paz por aquí.
- ¡Pues, quizás lo haga!-grité dolida hasta lo más profundo.
Corrí a mi habitación, con lágrimas en los ojos. En ella me estaba esperando un abrazo reconfortante. Agradecí de todo corazón eso.
Entonces, en ese instante, entendí lo que Lucas me había estado explicando: él y yo siempre hemos sido algo más. La fuerza que me faltaba en ese momento, él la tenía para dármela. La felicidad que anhelaba, él la tenía a montones.
Entendí que necesitaba a Lucas, lo necesitaba conmigo para estar completa, para tener una dosis completa de todo.
Necesitaba salir de ahí. Necesitaba respirar paz, algo que en ese instante Lucas me estaba dando.
Por eso, tomé la decisión.
- Lucas…-él esperó- quiero irme contigo.
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