agosto 21, 2009

Conversión. Cap 7, (parte 4 o 5)

Luego de haberme cambiado, pensé las cosas con la cabeza fría y llegué a una conclusión: era imposible.
Sí. Era imposible y yo solo me había alterado un poco, por el hecho de muchas cosas al mismo tiempo: Jesús hablando del amor, Lucas presente…muchas cosas. No sentía nada más que pura amistad hacia Lucas.
- ¿Mientes seguido, Alexa?-me preguntó Jesús.
- Eh…creo que no-contesté un poco sorprendida por la pregunta-. No.
- Todos los mentirosos son iguales-explicó-. Toda mentira es pecado, toda mentira hace daño. Pero hay una en particular que al final del día se hace casi imposible de soportar. Los que la practican raramente encuentran la felicidad verdadera.
Me picó la curiosidad. Lo admito.
- ¿Quiénes son los que la practican?
- Los que se mienten a sí mismos-contestó con tal determinación que me dejó helada.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció de mi vista. Yo quería que se quedara más tiempo. Supuse que estaba molesto conmigo por algo, de lo contrario no me habría dicho eso que dijo.
Me fui a sentar nuevamente en mi ventana. No teníamos ánimos de hablar con Lucas, mucho menos de tenerlo cerca, pero era mi ventana y yo me sentaba en ella si se me cantaba hacerlo.
Busqué un libro, antes. No sabía qué era exactamente lo que estaba buscando, pero necesitaba algo, lo que fuera.
“Abzurdah” de Cielo Latini parecía una buena opción. Un poco traumático, a decir verdad, pero quizás era lo que necesitaba.
Sonaba realmente mal, pero sabía que ella había sufrido más que yo.
Pero también sabía que soportó todo. Cada prueba, ella la superó. Tuvo muchas dificultades, si, pero superó cada prueba y ahora está mejor que nunca.
Decidí que no. No leería eso. Abrí la ventana, arrojé el libro al sofá y tomé mi diario. Fue como un intercambio.
No sabía qué escribiría. No sabía qué vendría luego de que posara el lápiz sobre el papel.
Decidí que no escribiría en mi diario, tampoco.
Tenía miedo, de lo que pudiese salir de mi corazón, para plasmarse en mi diario. No podía permitirme eso. No.
En cambio, entré y tomé el poemario de Neruda.

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.”

Miré instintivamente a la ventana de Lucas. Él estaba ahí. Me sonrió.
- ¿Qué haces?-preguntó, con un aire entre pícaro y divertido.
- Leo poesía-dije, solamente.
- Oh-salió y se sentó en su alféizar, frente a mí, claro-. ¿de quien?
- Neruda.
Él me miró y sonrió.
- “Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.”-recitó.
¿Estaba tratando de matarme?
Difícilmente pude mantenerme sentada en el alféizar sin infartarme, cuando estaba recitando el poema. Lo peor del caso fue los versos que eligió. Y que, además, era el poema que yo tenía abierto sobre mi regazo.
Mi respiración se había dificultado mientras él recitaba las palabras que llegaron hasta mi corazón. Intenté controlarme, en serio que sí, pero fue difícil. Mucho.
- “Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.”-continuó.
No pude soportarlo mucho más.
- ¿Lo dejarías ya?-casi le grité-. Comprendí que te sabes el poema.
Mi miró entre extrañado y complacido. ¿Qué tan extraño podría ser Lucas? ¿alguna vez llegaría yo a comprenderlo del todo?

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