Jesús y Lucas cruzaron una mirada que no supe interpretar. Quizás sí pasaba algo conmigo. Y ese algo tenía que ver con Lucas. Era él quien me ponía nerviosa. Era su culpa.
Y obviamente, Jesús sabía qué me pasaba. Quizás era una buena idea que Lucas se fuera, así yo podría hablar con Jesús a solas y más cómodamente. Pero no podía pedirle que se fuera, cuando antes le había pedido que se quedara. No. Tenía que aguantar la presencia de Lucas en mi habitación un rato más. Además, ¿Qué daño verdadero me podía hacer? Quiero decir, era Lucas. Y, pensándolo bien, estaba actuando de una manera realmente tonta, era solo Lucas, mi mejor amigo de la infancia, Lucas. Mi vecino Lucas. Y, según Jesús, a quién yo amaba.
A quién yo amaba…amo…amaba…
No, eso es ridículo. ¿Yo, amar a Lucas? ¿A “ese” Lucas?
Reprimí una risa. Es que me resultaba demasiado ridículo. ¿Yo? ¿Enamorada de Lucas? Cuando los cerdos vuelen.
Instintivamente, dirigí mi mirada a la ventana con demasiada rapidez. Ningún cerdo volando. Luego dejé escapar un suspiro de alivio.
Ambos, Jesús y Lucas, me miraron. Jesús me miraba sonriente y Lucas me miraba con expresión de “esta chica está loca. Le falta un tornillo. ¿Será que se pega?”, algo que era bastante típico en él.
Fulminé a Lucas con la mirada, al tiempo que me sonrojaba porque sabía muy bien que Jesús sabía lo que yo estaba pensando.
Aunque, si era así, quizás él mismo le diría a Lucas que se fuera.
Miré a Jesús, esperando una respuesta. Negó con la cabeza, muy disimuladamente.
Que mal.
En todo caso, me senté junto a él y esperé que hablara.
Lucas se sentó junto a mí. ¿es que tenía que torturarme?
Me puse a analizar un poco la situación: cuando estábamos en la ventana, Lucas y yo actuábamos completamente normal, pero ahora yo…yo no actuaba normal.
- Entonces-dijo Jesús-. ¿Quieres saber del amor?
- ¡no!-exclamé, no sé por qué.
- Hey…yo quiero saber del amor-protestó Lucas.
¿Qué pasaba conmigo? Yo no actuaba de esa manera. Quiero decir, esa no era yo. O era una nueva yo que no conocía, pero de todas formas, era demasiado extraño.
- Pues, puedes preguntarle en tus sesiones individuales con él-espeté.
Entonces, me pregunté por qué quería Jesús hablar del amor. Pensé que había quedado claro la última vez. No necesitaba repetir todo lo que ya había dicho.
Pero veía en el rostro de Lucas que realmente quería saber sobre el tema, razón por la cual me resigné.
No debía ser egoísta. Eso sin mencionar que esa charla con Jesús sobre el amor, me encantó. Sí quería saber más, solo que no con Lucas presente.
- “Las muchas aguas no podrán apagar el amor ni lo ahogarán los ríos…”-decía Jesús.
- Cantares 8:7-dijo Lucas.
Jesús le sonrió y asintió.
- ¿Es eso cierto?-inquirí-. Quiero decir, no soy tonta, sé que es una metáfora. Pero se refiere a que nada puede destruir el amor. ¿Es cierto eso?
- Lo es-dijeron Jesús y Lucas al unísono.
De Jesús, honestamente, me lo esperaba. Pero no de Lucas.
Era increíble saber que Lucas pensaba en el amor de esa forma…como algo eterno. Me pregunté si yo algún día pensaría sobre el amor así.
- Lo harás-me aseguró Jesús.
Yo lo miré, sonreí y estoy segura de que me sonrojé.
- Esto es frustrante-murmuró Lucas.
- ¿Dejarías de quejarte, por favor?-le dije-. No entiendo como es que ahora quieres saber lo que pienso. Estoy segura de que antes no has tenido problema para deducirlo.
- ¿Qué quieres decir?
- No soy estúpida, Lucas. Me he dado cuenta que tienes tendencia a saber lo que la gente piensa. Más bien a intuirlo. O quizás es que me conoces demasiado bien…no sé…
Lucas miró a Jesús, como en busca de respuestas. Jesús no se movía para nada, Lucas tampoco. Sí que era frustrante.
Genial. Ahora me compadecía de Lucas.
- ¿podemos continuar el tema sobre el amor?-preguntó Lucas.
Yo asentí.
- ¿Saben lo que es el amor al prójimo?-nos preguntó. Ambos asentimos-. ¿Creen ustedes que lo tienen?
- Siento honesta, yo creo que yo no.
- No por todo el mundo-confesó Lucas-. Se me hace difícil amar a un criminal como a mí mismo. Pero al menos me abstengo de odiar.
Jesús asintió.
Noté que Lucas se expresaba muy bien.
- Quisiera hablarles de una clase diferente de amor-continuó Jesús-. Cuando se ama se pasa a ser uno solo, ¿lo saben?-asentimos. Al menos, yo lo sabía porque él me lo había dicho la vez pasada-. Excelente. Pero eso pasa únicamente cuando el amor es verdadero. Cuando has encontrado a la persona que es enviada para ti, entre ustedes no debe haber secretos, ni discordias, contiendas o nada que se le parezca. Deben ser como una jarra de cristal: transparente, pura, verdadera, pero frágil. Siempre son frágiles. Así que, cuando ambos sean una jarra de cristal con quién sea que sea su elegido y elegida, procuren cuidarlos como se cuidan a ustedes mismo. Como jarras de cristal, ustedes no quieren que los rompan. Tampoco ellos quieren que los rompan, porque son cristal. ¿Saben que muchas veces el cristal resulta único, según el deleite de cada quién?-asentimos, de nuevo. Eso lo entendía. Mi cristal no sería tan hermoso para Lucas, por ejemplo, como para mí, porque era mío-. Bueno, ustedes son un cristal único para alguien, y alguien lo será para ustedes. Pero cuando el cristal se rompe, es todo. Nunca vuelve a ser el mismo, porque por mucho que intentes repararlo, habrá una pieza perdida, quedarán grietas y con el tiempo, se volverá a romper.
Yo lo miraba con la boca abierta del asombro.
La manera de expresarse que tenía Jesús era tal que causaba un asombro inmenso en mí. Era increíble, pero a la vez tan creíble que dejaba a uno con la boca abierta, justo como me encontraba yo entonces.
Lucas solo lo miraba pensativo. Por supuesto. Lucas ya estaba acostumbrado a esa forma de hablar, pero yo no.
Y, entonces, de pronto, imaginé a Lucas siendo mi cristal. Que locura. ¿Por qué?
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